Cuando asumí el rol de Tech Lead hace un año, mi enfoque inicial se basaba en mi capacidad técnica. Creía que mi autoridad dentro del equipo se basaba en tener que ser la persona con más conocimiento técnico, conocedor de las buenas prácticas, el que resolvía los problemas más difíciles y además, guiaba a los demás con mi experiencia. Con el paso del tiempo, el equipo empezó a crecer y esta visión empezó a desmoronarse.

Entrevistamos y fichamos a gente con un nivel técnico igual o superior al mío. Lo tenía claro: quería un buen equipo. Lo que no había contemplado era lo que me llevó y aún me lleva, a una etapa de conflicto interno. ¿Dónde quedaba mi valor si ya no era el más técnico? Además, cuando mi responsable me encauzó a salir de ese día a día, a estar en un segundo plano y a observar, a ser un facilitador, el ego me jugó una mala pasada, y me di cuenta de que necesitaba cambiar mi enfoque para realmente aportar en mi rol.

Aquí es donde entra el desapego. Soltar la necesidad de ser el mejor técnicamente puede permitirte observar el equipo desde otra perspectiva. Mi papel no es estar en el centro de la acción resolviendo problemas, sino tener una visión global y ayudar a los demás a encontrar sus propias soluciones.

El rol del Tech Lead como facilitador

Un equipo de desarrollo es un grupo de profesionales altamente capacitados, pero que, por la naturaleza de los problemas que se deben resolver, a veces caen en lo que se llama “agujeros de conejo” (traducción literal de la expresión inglesa rabbit hole), es decir, se sumergen en un problema tan profundamente que pierden la perspectiva del conjunto o entran en un espiral de complejidad que les impide avanzar en el problema inicial a resolver.

Mi labor ha evolucionado hacia la observación y la facilitación. En lugar de imponer mi solución, a veces es difícil, trato de enfocarme en escuchar, analizar y ayudarles a ver el problema desde otra perspectiva. En las sesiones con ellos, mi objetivo es transformar sus explicaciones en sistemas, estructuras y cajas, para que puedan identificar por sí mismos dónde está la oportunidad de mejora.

La idea del desapego no llegó a mí de la noche a la mañana. Volvió de forma recurrente en mis lecturas y conversaciones acerca de otra de mis pasiones, la filosofía estoica.

Aún se me hace difícil no intervenir de inmediato cuando veo que el equipo está entrando en un callejón sin salida. Si no es algo crítico, me recuerdo que debo dejarlos crecer confiando en que, si se encuentran con dificultades tarde o temprano pedirán ayuda. Hay un pasaje de Epicteto que me gusta mucho y que me recuerda que no debo intervenir de inmediato:

Recuerda que has de comportarte como en un banquete. Llega a ti algo que van pasando: extiende la mano y sírvete moderadamente. Pasa de largo: no lo retengas. Aún no viene: no exhibas tu deseo y espera hasta que llegue a ti. Así con tu hijos, con tu mujer, con los cargos, con la riqueza. Y algún día serás digno de participar en el banquete de los dioses. Y si no te sirves de lo que te ofrecen, sino que lo desprecias, entonces no solo participarás del banquete de los dioses, sino también de su poder. Así obraban Diógenes y Heráclito y los que se les parecían y merecidamente eran y se les llamaba “divinos”. Epicteto, Enquiridión, 15.

Cómo empezar a practicar el desapego

No voy a mentir, soltar el control y el ego no es fácil. Es un proceso en el que todavía estoy trabajando, pero estos son algunos pasos que me están ayudando:

  1. Observar sin intervenir de inmediato: Antes de dar una solución, intento hacer preguntas para que el equipo llegue a la respuesta por sí mismo.
  2. Reformular problemas en términos de sistemas: Ayudar al equipo a descomponer los problemas en partes más manejables y visualizar cómo interactúan.
  3. Aceptar que el valor que aportas no está en ser el más técnico: Mi aporte está en la visión global, en la capacidad de conectar puntos y en desbloquear a los demás.
  4. Dejar espacio para el crecimiento de los demás: Si siempre doy la respuesta, freno el aprendizaje del equipo. En cambio, si guío sin imponer, permito que todos evolucionemos.

Conclusión

El desapego no significa desentenderse, sino cambiar la manera en la que aportamos valor. Mis funciones ya no se basan en demostrar lo que sé, sino asegurarme de que el equipo tenga las condiciones para brillar. Y en ese proceso, también crezco yo.

Todavía estoy en este camino de aprendizaje, pero cada vez que veo cómo alguien del equipo encuentra una solución sin que yo haya impuesto una respuesta, sé que estoy avanzando en la dirección correcta.

¿Alguna vez te has enfrentado a la necesidad de soltar el control en tu rol de liderazgo? ¿Cómo lo has gestionado?